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Para poetas y ocultistas, la palabra se halla sometida a las leyes que rigen las correspondencias. “Hay en el verbo algo sagrado que os veda hacer de él un juego de azar”, escribe Baudelaire. “La palabra es un ser vivo. Sépase esto”, afirma Hugo. De ahí el sentido mágico del verso y el valor de la plegaria fervorosa. Ambos pueden actuar como un conjuro intencional que dinamiza la proyección del deseo.

El espíritu humano nunca ha dejado de experimentar ese oscuro deseo de trascender el tacto, de acrecentar los surcos invisibles, de transitar a tientas las sendas interiores en busca de un nivel paradisíaco, fuera del Tiempo y de la Historia.

       Habito con los elementos interiores de las cosas, subo a lo largo de los rayos de las estrellas y de la corriente de los ríos hasta el seno de los misterios de su generación.

Racionalista y sensual, afiliado a las evidencias, las “resistencias” lo exacerban, y ese negado anhelo de fusión dirigido a lo concreto, lo abisma en la existencia separada. Impotente de toda trascendencia, el excluido exalta la supremacía del mal y acomete contra Dios buscando una verdad inmanente en el mundo de los sentidos.

Guérin se nos presenta como un ser abierto a las divinidades del sueño. Su vida oscura, que se acerca por la intensidad de su experiencia al nivel de “sahaja samadhi” de los jivanmuktas hindúes, comunica con otra realidad más vasta que se prolonga de su propio ser.

Pero volvamos al poema de Gerardo. Si bien en el vaso sellado del adepto, la mezcla secreta o compost muere y resucita, purificándose en metamorfosis sucesivas para culminar en la Piedra, no creemos que El Desdichado represente exactamente el mismo proceso regenerativo, referido al espíritu del poeta. Le Breton insiste en las alegorías relativas al nacimiento de la Piedra, como producto del incesto cometido entre el sol y la luna.

Baudelaire es el hombre arrojado en el mundo. Desde su nacimiento está maldito y condenado por haber pretendido usurpar los poderes creadores del Verbo. Sobre la tierra, o para ser más exactos, en el nivel ordinario de conciencia, las salidas están clausuradas. Su notion de la redención del pecado se aparta de la concepción ortodoxa para situarse en el nivel impreciso de un oscuro pitagorismo. Baudelaire busca una desdibujada trascendencia hacia la unidad primordial.

Entonces con el temor reflejado en el rostro, el hombre que en un alarde de soberbia había intentado desasirse de los lazos que lo vinculaban al Todo, no puede reconocer a la fuerza que lo arrebata.

La mitología llega desde el origen y nace al mismo tiempo que el pueblo, conjuntamente con su conciencia­ primordial. Cuando los grupos humanos comienzan a dar testimonio authentic de su existencia, ya veneran a esos personajes notables cuyo recuerdo proviene de un remoto pasado. Schelling se pregunta si el Heleno seguiría siendo un heleno y el Egipcio un egipcio si se les quitaran sus respectivas mitologías, ya que preci­samente, son tales, gracias al hecho mismo de poseerlas.

Por lo standard, las capacidades psíquicas son en esencia las mismas para todos quienes la poseen, pero en specific hay sutiles diferencias que abren el espectro de lo que podríamos llamar las diversas formas de interpretar la energía que perciben.

El Tarot Gitano es una herramienta de adivinación y consiste en 36 cartas de un juego de Kipper Lenomard, que son visualmente muy explícitas.

Pero ni el ensueño de Obermann ni los mitos de Nodier en El Hada de las Migajas, alcanzan la profundidad mística que impregna find more las obras de Maurice de Guérin. El sentimiento de la vida cósmica que asoma en las últimas visiones de Hugo y que habrá de patentizarse en Aurelia, se anuncia ya en el Cuaderno verde. Guérin es un niño maravillado que transita los límites del tiempo. Por momentos cruza su frontera y retorna impregnado de eternidad.

Es que contra lo que rutinariamente se repite y sobre lo que últimamente han surgido voces para contrarrestar sus efectos simplificadores,1 la década de los años sixty –y sus proyecciones en la del 70– no se caracterizó con exclusividad por ser una monocorde sucesión de mensajes revolucionarios, sino que también hubo en la cultura argentina una ágil corriente de pensamiento animada por la inspiración del espiritualismo tradicional. Durante esa época la obra de Mircea Eliade se iba difundiendo en los medios universitarios y ganaban terreno las traducciones de Elémire Zolla, lo mismo que los escritos de Carl G. Jung. Aldo Pellegrini traducía y comentaba la literatura y el arte surrealista y presentaba en el Instituto Di Tella la muestra “Surrealismo en la Argentina”; Leopoldo Marechal publicaba El Banquete de Severo Arcángelo, EUDEBA editaba Las sociedades secretas y Los gnósticos de Serge Hutin y la misma editorial ponía a la venta Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada de René Guénon con un ilustrativo Estudio Preliminar: “René Guénon, el último metafísico de Occidente” debido a la pluma de Armando Asti Vera, quien por primera vez presentaba en lengua española con conocimiento directo y autoridad, al autor tradicionalista franco-egipcio2; el mismo Asti Vera había dado a conocer anteriormente Fundamentos de la filosofía de la ciencia e impulsaba la edición de Estudios de Filosofía y Religiones del Oriente desde el Centro de Estudios de Filosofía Oriental de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (I/1, 1971).

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